La recitación matutina y vespertina ayuda a los practicantes monásticos a regular y domesticar sus mentes, en el sentido de que sirve como un recordatorio habitual para evitar la pereza, practicar diligentemente para acumular las provisiones espirituales y aprender a dejar ir el ego.

Por ejemplo, al escuchar las señales para la recitación matutina y vespertina, se supone que los monjes y monjas deben detener inmediatamente lo que están haciendo y dirigirse a la sala del Buda para la sesión del canto. Desde el momento en que ingresamos a la sala del Buda hasta la conclusión del canto, podemos ver como los pensamientos surgen en nosotros y si estamos plenamente presentes. Además, aprendemos a dejar ir nuestro ego siguiendo el programa de toda la asamblea, logrando así el requisito monástico de "vivir en armonía con el grupo" y darse cuenta de como la práctica grupal puede mejorar la práctica personal.

Además, los himnos budistas de la recitación matutina y vespertina son buenos para la salud. Como señala la Venerable Guo Kai, maestra del canto monástico de la Montaña Tambor del Dharma, el principio básico de la recitación budista es hacerla de una manera relajada. Al mantenernos relajados y respirar a un ritmo natural, nuestra voz se relajará y nuestro movimiento estará coordinado. Además, recitar de una manera relajada nos permite estar más atentos a nuestro estado corporal y mental, haciendo así los ajustes necesarios en consecuencia. La dedicación completa de nuestro cuerpo y mente a la recitación nos permite experimentar una limpieza espiritual de nuestro cuerpo y mente.

Para animar a los monjes y monjas a mantener su práctica regular de la recitación matutina y vespertina, el Venerable Hui Min, presidente del Instituto of Artes Liberales del Tambor del Dharma, usó una analogía: Así como a todos les gusta ir a una fiesta, asistir a la recitación matutina y vespertina se asemeja a probar la comida del Dharma dada por el Buda y los maestros ancestrales a lo largo de la historia, una experiencia muy deliciosa y placentera. Además, a través de la dedicación de méritos, generamos la mente para dar bendiciones a todos los seres sintientes, experimentando así la alegría del Dharma de actuar por el beneficio de uno mismo y de los demás.

De hecho, los laicos son bienvenidos a unirse a la recitación matutina y vespertina. Cuando visitas un templo budista, puedes aprovechar la oportunidad de participar en una sesión de recitación y sumergirte en el poder de la práctica grupal.

 
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