La práctica budista consiste en entrenar nuestra mente. Ya sea contar la respiración, postrarse ante el Buda, sentarse en meditación, recitar el nombre del Buda, recitar los dharanis/mantras o recitar/transcribir los sutras, todos estos métodos pueden ayudarnos a cultivar la concentración y a permanecer enfocados y conscientes, así como a alcanzar estados de paz, calma mental y física. Si desarrollamos el hábito de realizar una práctica rutinaria, incluso cuando nos golpea una situación inesperada, podemos ser más conscientes de nuestros estados mentales, para así recordaremos a nosotros mismos que debemos volver al momento presente para enfrentarla con calma.

Debido a la exposición constante a una competencia feroz y a una presión inmensa, las personas en los tiempos modernos tienden a experimentar tensión y estrés a lo largo de sus vidas. Esto a su vez conduce a las enfermedades típicas de la civilización moderna que se relacionan principalmente con nuestros estados mentales. Normalmente, nuestra mente cambia con las circunstancias externas y, por lo tanto, no somos capaces de calmar la mente. Si nos enfrentamos a situaciones inesperadas, nuestra mente se agitará aún más. Al entrenar la mente a través de la meditación Chan, nuestra mente se volverá más estable. Esto a su vez nos permitirá  contemplar nuestro cuerpo y mente, para que podamos ser claramente conscientes de cada momento y vivir en el presente.

¿Cómo vivimos en el momento presente? Podemos hacerlo contemplando constantemente nuestra mente siendo claramente conscientes de nuestros diversos estados mentales, así como relajándonos y dejando ir nuestro cuerpo y mente. En su libro “Discursos sobre y Experiencia en el Chan《禪的體驗‧禪的開示》”, el Maestro Sheng Yen señala que nuestra mente a menudo cae en dos estados extremos: el estado de mente dispersa y el estado de somnolencia. El primero se refiere a una mente con numerosos pensamientos, incapaz de calmarse verdaderamente; el segundo, una mente en un estado confuso y letárgico. Como un antídoto contra la somnolencia y el letargo, el Maestro Sheng Yen señaló que podemos intentar tomar un buen descanso y dormir bien. La mayoría de los métodos para regular la mente están destinados a tratar nuestra mente dispersa. Ahora usaremos contar la respiración como ejemplo, para ilustrar cómo regular nuestra mente en siete etapas:

Las siete etapas para regular la mente

1. Antes de comenzar a contar nuestras respiraciones, nos falta un punto focal sobre el cual concentramos nuestra mente. Nuestra mente se deja influenciar por las circunstancias externas, ya sea recordar el pasado o imaginar el futuro. Nuestros pensamientos están cambiando continuamente, surgiendo y pereciendo incesantemente.

2. Cuando comenzamos a contar nuestras respiraciones, nuestro conteo puede verse interrumpido por nuestros pensamientos errantes que surgen en un flujo constante. No obstante, en este momento, nuestra mente tiene un objeto central de concentración.


3. Al contar nuestras respiraciones, podemos hacerlo continuamente sin perder el número durante más de 10 minutos. Sin embargo, es posible que todavía tengamos muchos pensamientos errantes, acompañados de la atención plena de contar la respiración.


4. Al contar nuestras respiraciones, podemos mantener la atención plena con pocos pensamientos errantes, aunque ocasionalmente pueden aparecer y desaparecer, interrumpiendo así la pureza de nuestra atención plena.


5. Cuando contamos nuestras respiraciones, solo tenemos un pensamiento puro de contar en la mente, y ya no tenemos pensamientos errantes. Aún así, sin embargo, somos claramente conscientes del yo que está contando, la respiración que se está contando y el número que se usa para contar. En este momento, nuestra mente puede estar completamente enfocada en el conteo sin distraerse, pero hay al menos tres pensamientos separados que ocurren simultáneamente.


6. Cuando nuestro conteo llegue al punto en que nos hayamos olvidado del número que se está contando y del acto de contar en sí mismo, ya no sentiremos el límite interior y exterior entre nuestro cuerpo, nuestra mente y el mundo. Además, perdemos cualquier noción de oposición entre uno mismo y los demás, despojados así de cualquier límite entre subjetividad y objetividad. Lo que emerge es un estado de ser unificado, armonioso, maravilloso e indescriptible, así como una sensación llena de energía y alegría. En este punto, al menos un pensamiento todavía permanece. Sólo cuando lleguemos a este punto podemos decir que estamos en línea con el fenómeno de la concentración. 

7. Cuando nuestro conteo de la respiración llega al punto en que sentimos que nuestro cuerpo, mente y mundo todos han desaparecido, el sentido del tiempo y el espacio se ha hecho añicos, y la percepción de la existencia y la inexistencia se ha desvanecido, entramos en un estado de tranquilidad. Ese es un estado que trasciende todos los reinos perceptuales y conceptuales: un estado iluminado que no se puede describir usando nombres, lenguaje, palabras, características y formas.

De las siete etapas antes mencionadas, la primera se relaciona con la mente dispersa; las etapas dos a cinco con el proceso de concentrar nuestra mente; y la sexta y la séptima, con el estado de concentración e iluminación.

 
Volver arriba